Esperanza United despide a su líder
Por Leonor Villasuso Rustad
Comunidad y voluntariado son dos conceptos que definen en buena parte la vida de Patricia, Patti, Tototzintle. Nacida en el West Side de San Pablo, desde muy chica aprendió a ayudar cuando hacía falta; su mamá trabajaba como cocinera en la escuela a la que iba, así que como llegaba con ella antes de que empezaran las clases, su trabajo era la máquina peladora de papas.
Luego su mamá se involucró con la comunidad, y vio en ella el ejemplo de generosidad con su tiempo cuando al volver del trabajo, preparar comidas y arreglarlo todo, dedicaba parte de su tarde a lo que se ofreciera en su barrio; se convirtió en líder. Tototzintle cuenta en entrevista que cuando era pequeña participaba en el Guadalupe Program, donde la monja Giovani la enseñó a hacer joyería en los programas del verano; de más grande continuó como voluntaria enseñando a los estudiantes a hacer joyería y también como apoyo de lectura y escritura.
Al terminar la preparatoria se fue a México a estudiar en la Universidad de las Américas en el campus Cholula, Puebla, lugar del que regresó a Minnesota casada y con su bebé, el primero de cuatro, “pero solo viven tres” aclara – el día de la entrevista se cumplieron cinco años del fallecimiento de su hija María, a causa de cáncer. Una fecha triste para la familia, especialmente para su hija menor, Maricela, quien cuidó a su hermana hasta el último momento.
Tototzintle recuerda que toda su vida ha trabajado, a excepción del año en que nació su última hija porque tenía a la penúltima todavía de brazos. Después de eso, arrancó una carrera profesional que en 1995 la llevó a ser directora del grupo de servicios comunitarias de la Fundación Wilder por cinco años; el siguiente lustro se desempeñó como consultora independiente ofreciendo servicios de consultoría y entrenamiento en desarrollo de liderazgo y planeación comunitaria. Desde el 2002 ha estado al frente de lo que fuera Casa de Esperanza, ahora Esperanza United. El próximo diciembre será su último mes como miembro de la fuerza laboral, para pasar a ser parte de la comunidad que disfruta de la jubilación.
Recuerda que Lupe Serrano la contrató para trabajar con el grupo Hispanic Women, donde estuvo por unos seis años; se involucró como voluntaria en su barrio y fue presidenta de una de las organizaciones locales, a la que dedicaba de 15 a 20 horas semanales.
“Ser líder en tu propio vecindario no siempre es fácil, la gente te pregunta que si el gobierno te está pagando. A veces iba con mi mamá y le preguntaba que por qué era tan difícil, y ella me respondía: nadie dijo que iba a ser fácil, puedes dejarlo, no necesitas hacerlo, teniendo un trabajo de tiempo completo, pero recuerda que tú no estás aquí nada más para ti misma, sino también para tu familia y tu comunidad. Ella fue mi ejemplo, como Lupe Serrano también. Siempre he estado involucrada”, rememora. “En 2002 volví a Casa de Esperanza porque Lupe me llamó, y le dije: “pero, Lupe, estoy muy contenta aquí y me gusta mucho mi trabajo”.
Regresó de medio tiempo mientras continuaba con su trabajo de tiempo completo. Cuando recibieron una beca para entrenar a líderes a nivel nacional y no pudo encontrar alguien que se hiciera cargo, lo tomó, aunque le dijo a Lupe que iba a ser solo por unos cuatro años. Veintidós años después, apenas se va a ir. Tototzintle cuenta que en todos los lugares donde ha trabajado ha tenido oportunidades de aprender y crecer, que ha tenido jefes y mentores maravillosos. “Lupe tenía una visión maravillosa sobre la comunidad, las dos sabíamos que la violencia doméstica no se termina con tener organizaciones, no la van a terminar, ni tampoco el gobierno. La pieza que faltaba era la comunidad. Ella lo sabía, el rol del liderazgo de la comunidad era lo que hacía falta”.
Así que comenzaron a hacer mucho trabajo con la comunidad, para desarrollar capital social, en la construcción de relaciones en las que unos se apoyan a los otros; sabedoras de que hay personas, inmigrantes, sobre todo, que están solas aquí y si son víctimas de violencia doméstica no tienen una red de apoyo como lo pueden ser una iglesia o una congregación, un grupo al que pertenezcan. La idea de ofrecer talleres sobre violencia doméstica, sabían que no era práctica de entrada, por lo que se dedicaron a organizar talleres de joyería, de nutrición. Las personas que asistían empezaban a socializar en el grupo y a compartir sus experiencias, y durante ellos les explicaban la misión de Casa de Esperanza, para que supieran que el recurso está ahí para ellas, o para alguien que lo necesite.
Trabajando con mujeres y niñas en la construcción de líderes, un día las niñas les dijeron que tenían que trabajar también con los niños, “mi novio no entiende lo que es una relación saludable y, si le digo, no me escucha. Ustedes tienen que decirles.” Así que lanzaron los círculos en los que trabajan con los varones, el líder del programa organiza reuniones en diferentes formatos con la misma intención: que a partir de la socialización y la confianza, haya la oportunidad para decirles que están aquí para proteger a su pareja y sus hijos, no para lastimarlos, estrategia que ha probado su efectividad con solo mirar el enorme crecimiento que la ahora Esperanza United ha tenido.
“Proporcionamos todos los servicios sin tener que estar en el refugio. Vamos a tener un abogado propio para ofrecer servicios legales. Crecimos con la participación en la comunidad, de mujeres a niñas, a hombres y niños, a toda la familia”, explica la entrevistada. Por medio de asociaciones con otras organizaciones como el Departamento de Recursos Naturales y Comunidades Latinas Unidas en Servicio, llevan a cabo programas en los que la familia completa puede participar, y aprender sobre relaciones saludables y servicios a su disposición. Health and Human Services les dio un fondo de 13 millones para que Esperanza United los haga llegar a otras organizaciones en todo el país, debido a su liderazgo a nivel nacional en la materia.
Probablemente los primeros meses se dedicará a pasar tiempo con la familia y descansar, y luego hará lo que por haber estado ocupada por tanto tiempo, no ha tenido tiempo. Va a escribir, hacer joyería, terminar de decorar una casa de muñecas que comenzó tiempo atrás; a lo mejor da servicios de consultoría, pero medio tiempo porque la idea es disfrutar de su jubilación. Tototzintle dice que quiere escribir algo sobre liderazgo latino, aunque ya hay mucho escrito.
¿Por qué no escribes tus memorias?, le pregunta quien esto escribe, argumentando que su labor de más de veinte años se ha convertido en un legado enorme para la comunidad latina. “A lo mejor”, responde sonriendo con humildad. “Esperanza United es más grande de lo que imaginamos iba a ser”, comenta recordando a Lupe Serrano y el legado que ella dejó. “Me ha tomado tiempo darme cuenta de que sí, que tengo un legado”, termina diciendo.
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